El diálogo filosófico: una herramienta olvidada para comprender y transformar el presente
El diálogo filosófico: una herramienta olvidada para comprender y transformar el presente

El diálogo filosófico: una herramienta olvidada para comprender y transformar el presente

Por: Ramón Casanova Maulén / Profesor de Filosofía, Sede Enseñanza Media

Vivimos en una época donde todo parece estar dicho y, sin embargo, casi nadie se escucha. En medio del ruido constante —en las redes sociales, en los debates políticos, incluso en nuestras conversaciones cotidianas—, el diálogo ha perdido su profundidad original. Se ha vuelto una guerra de opiniones, un cruce de frases rápidas, una lucha por tener razón. Frente a esto, vale la pena recuperar una vieja práctica que tiene raíces hondas en la historia del pensamiento: el diálogo filosófico.

La palabra «diálogo» proviene del griego diálogos, que no significa simplemente “hablar entre dos personas”, como suele creerse, sino algo más sutil y poderoso: diá quiere decir “a través de”, y lógos, “palabra”, “razón” o incluso “sentido”. En su origen, entonces, el diálogo es aquello que sucede a través del logos, es decir, a través de la palabra razonada, compartida, en movimiento entre interlocutores. No se trata de imponer ni de convencer, sino de permitir que el sentido se construya entre quienes participan, en una búsqueda que es conjunta y abierta.

En la filosofía antigua, especialmente en Sócrates y Platón, el diálogo no era un accesorio metodológico: era el corazón del pensar. Sócrates no escribía libros; conversaba. Preguntaba sin cesar. Buscaba, junto al otro, desarmar certezas y alumbrar nuevas comprensiones. En ese espíritu, el diálogo era un camino hacia la verdad, pero también hacia uno mismo y hacia la comunidad.

Hoy, esa forma de diálogo casi ha desaparecido. No porque la gente no hable —hablamos más que nunca—, sino porque rara vez lo hacemos con apertura, con atención real, con disposición a transformar nuestras propias ideas. Predomina el individualismo, la ansiedad de tener la última palabra, la incapacidad de sostener el silencio necesario para pensar juntos. En este sentido, el diálogo filosófico está no solo olvidado, sino profundamente desvalorizado. Sin embargo, su recuperación podría ser clave para enfrentar muchos de los problemas que nos atraviesan como sociedad.

El diálogo filosófico no es una técnica para discutir mejor, ni un entretenimiento intelectual. Es una herramienta poderosa para abordar problemas complejos, porque nos obliga a detenernos, a escuchar, a cuestionar lo que damos por obvio. Nos permite ver las cosas desde otras perspectivas y, sobre todo, nos entrena en la humildad: reconocer que no tenemos todas las respuestas y que el otro puede ayudarnos a pensar lo que solos no podríamos.

Esto se vuelve especialmente relevante en situaciones de conflicto social, ambiental o político, donde muchas veces el diálogo se reduce a una negociación de intereses o, peor, a un espectáculo mediático. Pensemos, por ejemplo, en las grandes protestas sociales que han sacudido países como Chile, Colombia o Perú en los últimos años. Las demandas son muchas y diversas: educación, salud, trabajo digno, justicia, igualdad. Pero más allá de las reivindicaciones concretas, lo que muchas veces se pone en juego es algo más profundo: el sentido mismo de la vida en común. ¿Qué es una vida digna? ¿Qué entendemos por justicia? ¿Qué responsabilidades compartimos como sociedad? Estas preguntas no pueden resolverse solo con políticas públicas; requieren una conversación ética y filosófica entre ciudadanos. 

También en la crisis ambiental global vemos cómo el diálogo superficial impide actuar con claridad y profundidad. Se habla mucho del cambio climático, del calentamiento global, de la transición energética. Pero poco se discute, desde el fondo, qué entendemos por “progreso”, por “naturaleza”, por “futuro”. ¿Es la Tierra un recurso para explotar o una casa que compartimos? ¿Qué valor tienen los ecosistemas más allá de su utilidad económica? Estas preguntas filosóficas son indispensables para pensar alternativas sostenibles. Y sin embargo, rara vez se abren espacios para abordarlas.

En el ámbito político, el diálogo filosófico también tiene un lugar necesario. La polarización creciente, la desconfianza hacia las instituciones y la propagación de discursos de odio no se resuelven con campañas publicitarias. Se necesita recuperar la posibilidad de hablar con el otro, incluso con quien piensa distinto. Esto implica volver a preguntarnos por nociones básicas: ¿qué significa la verdad en tiempos de fake news? ¿Qué implica el respeto en una democracia? ¿Cómo construimos un nosotros que no borre las diferencias, pero que tampoco renuncie a la convivencia?

El diálogo filosófico, en todos estos casos, no promete soluciones mágicas. No ofrece recetas. Pero sí abre un espacio distinto: un espacio de pensamiento compartido, de reflexión profunda, de encuentro ético. Para que eso sea posible, se requieren ciertas actitudes: apertura, disposición a escuchar, capacidad de argumentar con razones y no con eslóganes, conciencia del contexto en el que se dialoga y, sobre todo, una voluntad de construir en común.

Estos elementos —la apertura, la racionalidad, la cooperación, la conciencia ética y la contextualización— son las claves del diálogo filosófico. No son condiciones abstractas: son prácticas concretas que pueden y deben ser cultivadas, especialmente en tiempos de crisis. Aplicado a la resolución de problemas contemporáneos, el diálogo filosófico permite no solo entender mejor lo que ocurre, sino también imaginar otros caminos posibles. Es, en este sentido, una herramienta metodológica para la filosofía, pero también una forma de resistencia: una manera de preservar la humanidad del pensamiento frente a la rapidez, la superficialidad y el cinismo.

Recuperar el diálogo filosófico es, quizás, uno de los desafíos más urgentes de nuestro tiempo. No para refugiarnos en la teoría, sino para hacer del pensamiento una práctica viva, capaz de transformar nuestra manera de habitar el mundo y de convivir con los otros.

Este año, realizaremos nuevamente los diálogos de filosofía. Para que se vayan informando desde ahora. Los temas en los que se podrán inscribir desde 7mo a 4to medio serán los siguientes:

1 Tema: Comercio sexual.

2 Tema: ¿Se aproxima una catástrofe para la humanidad?

3 Tema: Pena de muerte

4 Tema: Eutanasia

5 Tema: Creación; Ciencia v/s Religión.

6 Tema: ¿La IA nos dejará obsoletos?

7 Tema: Existe un mejor sistema educativo masivo?

8 Tema: ¿Existe las realidades paralelas?

9 Tema: Aborto libre

10 Tema: Legalización de la marihuana en Chile.

11 Tema: Manipulación de genes.

12 Tema: La migración.

13 Tema:  El feminismo es igualdad o machismo invertido.

14 Tema: ¿Existe futuro medio ambiental para la humanidad?